El arquitecto del Aikido global
Si el Fundador, Morihei Ueshiba, es el espíritu indomable del Aikido, su hijo, Kisshomaru Ueshiba, es sin duda el arquitecto que cimentó el camino para que este arte marcial floreciera en todo el planeta. Su vida es la crónica de cómo una disciplina mística y personal se transformó en una organización mundial y coherente.
Un destino forjado en la adversidad
Nacido el 27 de junio de 1921 en Ayabe, prefectura de Kioto, Kisshomaru Ueshiba creció a la sombra de la leyenda viviente que era su padre, el gran O-Sensei. Aunque se graduó de la prestigiosa Universidad de Waseda con una licenciatura en economía, su verdadero destino lo esperaba en el Hombu Dojo. Tras la Segunda Guerra Mundial, el futuro del Aikido era incierto. El dojo de Iwama estaba en ruinas y la práctica del arte marcial había decaído. Fue en este momento crítico cuando Kisshomaru Sensei, con la bendición de su padre, asumió el liderazgo de facto para reconstruir lo que parecía perdido.
La institucionalización de una visión
La contribución más significativa de Kisshomaru Ueshiba fue su genio organizativo. En 1948, estableció la Fundación Aikikai, una entidad que proporcionó al Aikido una estructura legal y administrativa. Este fue un paso revolucionario, ya que convirtió al arte en una disciplina formal, con un marco para la enseñanza y la difusión. Bajo su dirección, el Hombu Dojo fue reconstruido en Tokio y se convirtió en el centro neurálgico que es hoy.
Pero su trabajo no se limitó a la gestión. Kisshomaru fue el encargado de codificar y sistematizar las técnicas que su padre, de un modo más espontáneo y a menudo esotérico, había desarrollado. Creó el sistema de grados (kyu/dan), un plan de estudios coherente y una metodología clara que permitía a cualquier persona, sin importar su nacionalidad o edad, aprender el Aikido de manera progresiva. Sus libros, como Aikido, El Espíritu del Aikido y Best Aikido, se convirtieron en la referencia para millones de practicantes en todo el mundo.
El Segundo Doshu y un legado de claridad
En 1969, tras el fallecimiento de su padre, Kisshomaru asumió formalmente el título de Segundo Doshu (líder del camino). Su estilo de enseñanza era conocido por su claridad y precisión, un marcado contraste con la mística de su padre. Viajó por el mundo, impartiendo seminarios y cultivando dojos en decenas de países. Su visión era que el Aikido no era solo una disciplina física, sino un camino para la armonía y la paz mundial, accesible para todos.
Cuando falleció el 4 de enero de 1999, dejó tras de sí un legado imponente. No solo garantizó la supervivencia del Aikido, sino que lo transformó en una disciplina global, practicada y amada por millones de personas. Su trabajo meticuloso y su dedicación incansable son la verdadera razón por la que el arte de O-Sensei vive hoy.


